El trastorno de déficit de atención con ó sin hiperactividad es una condición que preocupa a muchos padres y con el que se encuentran a diario educadores y profesionales de la salud. Este déficit no permite a los niños avanzar en el aprendizaje, en la conducta ni en la relación con sus compañeros. Es a día de hoy un difícil obstáculo que la sociedad ha de superar.
¿Por qué les cuesta prestar atención a estos niños? ¿Qué es la atención exactamente? Es la capacidad que tiene el ser humano de seleccionar del entorno la información que le llega a través de los sentidos y dirigir y controlar los procesos mentales para filtrar los estímulos que no le interesan.
El cerebro humano va madurando poco a poco, ya desde antes del nacimiento, y la última parte en hacerlo es la parte del prefrontal, justo detrás de la frente, ahí es donde tienen lugar los procesos de atención. Pero para que esta zona prefrontal pueda desempeñar bien su papel deben haber madurado de forma correcta antes todas las demás. Podemos comparar el cerebro con un ordenador ya que es un gran procesador de información, de forma que para poder asegurar un buen rendimiento en las vías de salida (lenguaje, lectura, movimiento, función manual, aprendizaje y atención) hemos de tener en perfectas condiciones las vías de entrada: la visión, la audición, el equilibrio, el tacto, el gusto y el olfato. Según la teoría del cerebro triuno de Paul McLean, nuestro cerebro está formado por tres capas: el cerebro de reptil ó ganglios basales, el cerebro mamífero ó sistema límbico y el neocórtex ó corteza cerebral, ésta última compuesta por el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo. Estos “tres pisos” van madurando desde abajo hacia arriba y deben ir pasando por varias etapas el tiempo suficiente para asegurar un correcto funcionamiento posterior.
Los primeros movimientos del cuerpo que nuestros cuidadores nos dan cuando nos mecen, nos acunan, así como los que hace el bebé por sí sólo en libertad, ya sea en su cuna ó en un espacio amplio permitirán que madure el primer eslabón: los ganglios basales. Es enorme la importancia que tienen los ganglios basales, si no funcionan adecuadamente fallarán más adelante la atención refleja (llevar a cabo las rutinas habituales), el control del movimiento voluntario, la automatización de los aprendizajes, la inhibición de conductas, la sensación de alarma, la motivación y la producción de dopamina.
No menos importante es el sistema límbico: sentir que nos quieren, que nos cuidan y que nos aceptan desde que nacemos y durante toda la vida. Los traumas infantiles (incluso los gestacionales), desde la muerte de un familiar cercano hasta la pérdida de una mascota, pasando por separaciones de los padres, etc., pueden hacer que se bloqueen nuestras emociones y nuestra mente deje de funcionar correctamente. También la inseguridad, sentirse en peligro, la ansiedad, la depresión, los abusos causan disfunciones. Hemos de asegurar una buena salud emocional a nuestros niños, y al más mínimo indicio recurrir al psicólogo.
El último “piso”, las cortezas cerebrales derecha e izquierda han trabajado primero cada una por su lado en la fase de desarrollo homolateral alterna, cuando se activa una sola y luego la otra, y después han pasado a trabajar conjuntamente, denominándose fase contralateral, activándose las dos a la vez de forma más armónica paulatinamente, gracias a la sincronización que proporciona el cuerpo calloso, que es la estructura de “cableado” que une a las dos cortezas. Así, se habrá llegado a la fase de lateralidad, en la que cada hemisferio predomina para una función determinada.
Cuando hay un problema auditivo, un problema visual, un problema emocional ó un problema de organización cerebral (p.e. un cuerpo calloso poco activo) ó una mala organización lateral vamos a tener un problema atencional. Los circuitos prefrontales, que son los “jefes” de toda la actividad cerebral, van a estar tratando de compensar el problema y no podrán estar ejecutando de forma normal la atención. No obstante, cuando las estructuras cerebrales están sanas y se han desarrollado y madurado correctamente, y posteriormente surge un problema de este tipo, bastará eliminar la causa concreta para que mejore el sistema atencional. Si por distintos motivos no han madurado correctamente habrá que aplicar métodos que ayuden a ello, así por ejemplo en problemas auditivos las terapias como Tomatis, Senna, Berard, Johansen y Samonas; en problemas visuales la terapia visual, aparte del uso de corrección en gafa si es necesario; en problemas emocionales el psicólogo clínico a través de distintas metodologías busca la mejor forma de eliminarlos; en casos de bloqueos craneales, tensiones meníngeas ó asimetrías craneales la osteopatía ayudará a resolverlos. Casi siempre resulta necesario más de un profesional para mejorar el TDA-H, de ahí que muchas veces el tratamiento sea multimodal.
En algunos casos, puede ser necesario recurrir al uso de fármacos estimulantes ó no estimulantes, que mejoran el componente químico del TDA-H mientras se está en tratamiento actuando sobre ciertos neurotransmisores para mejorar la función del área prefrontal. El neuropediatra ajustará y revisará la dosis en función de la eficacia obtenida y la tolerancia.
Otra alternativa consiste en el Neurofeedback, que regula el sistema nervioso central, trabajando y potenciando la plasticidad neuronal. Desde el 2011 la Sociedad Americana de Pediatría lo recomienda para trabajar el TDA.
Desde nuestro punto de vista como optometristas comportamentales, queremos destacar la importancia de la visión. El 70% de la información que llega al cerebro es visual, hay nada menos que 35 áreas involucradas en su procesamiento. Cuando realizamos terapia visual, ya sea para mejorar el enfoque, la visión binocular ó la motricidad ocular, mejoramos y creamos nuevas conexiones neuronales, consiguiendo una importante maduración cerebral. El 33% de niños con TDA presentan insuficiencia de convergencia, que es una disfunción binocular que provoca múltiples síntomas, entre ellos la dificultad para concentrarse en tareas de visión próxima, no prestar atención a los detalles, cometer errores en la escritura, etc., todo debido a que la visión no es estable en cerca. Pero como en muchos campos, faltan más estudios controlados que demuestren la asociación entre visión y atención.
Lo deseable es que cada niño, cada paciente, sea evaluado de forma completa para proporcionarle el tratamiento más adecuado según la causa de su problema y lograr así una buena capacidad atencional, que le permita desarrollarse, aprender y alcanzar mayores logros cada día.
Noelia Díaz Alonso
Óptico – optometrista comportamental Nº Col. 12.932